24 sept 2010

CRISTINA, EN EL 2001, SOBRE STRASSERA.

 Esto lo subio hoy Anibal Fernandez, y la verdad que esta bueno.



Reunión N° 5 - 3a. Sesión ORDINARIA Especial
Celebrada el 25/03/2001
Facultades Delegadas al Poder Ejecutivo. Duró más de 13 hs.
SR. PRESIDENTE CAFIERO J.P..- Tiene la palabra la señora diputada por Santa Cruz.
SRA. FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, CRISTINA - - SANTA CRUZ.- Señor presidente...
SR. PRESIDENTE CAFIERO J.P..- El señor diputado Albrisi le solicita una interrupción. ¿Se la concede? SRA. FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, CRISTINA - - SANTA CRUZ.- Sí, señor presidente.
SR. PRESIDENTE CAFIERO J.P..- Para una interrupción tiene la palabra el señor diputado por Córdoba.
SR. ALBRISI, CESAR ALFREDO - - CORDOBA.- Señor presidente: después de haber escuchado pacientemente doce horas de discursos tengo que recordar a los señores diputados que estamos en el Parlamento argentino: no es un consultorio psicológico ni psiquiátrico. Nosotros somos diputados: no hemos venido aquí a escuchar frustraciones que tienen como origen crisis de crecimiento. No debemos tener actitudes vergonzantes. La historia del gobierno la está escribiendo el gobierno. Nosotros no tenemos por qué hacernos cargo de una actitud que se expresa como parte de las propias frustraciones que se exhiben en el Parlamento como si éste fuera un gran diván. Esta es la República Argentina; este es el Parlamento; acá están los diputados que supuestamente tienen experiencia y deben hacerse cargo de las frustraciones de origen -si es que las tienen- y no venir a volcarlas al Congreso. Cavallo forma parte del gobierno, junto con el doctor de la Rúa, y está conformando su gabinete. Allí es donde tienen que ejecutar su pensamiento y no venir al Parlamento a transferirnos toda esta clase de frustraciones que sinceramente no nos interesa escuchar más porque han saturado toda nuestra capacidad de atención.
SR. PRESIDENTE CAFIERO J.P..- Tiene la palabra la señora diputada por Santa Cruz. SRA. FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, CRISTINA - - SANTA CRUZ.- Señor presidente: quisiera hacer algunas consideraciones con respecto a algunas manifestaciones que se hicieron, como las que formuló recién el señor diputado Albrisi, sobre la función del Parlamento argentino, las cuales se vinculan directamente, a mi entender, con el severo cuestionamiento que hoy tiene la clase política, que sirve de pivote para que se monte este escenario de gobiernos de fin de semana, como dijera algún diputado. Un primer fin de semana con López Murphy de ministro anunciando al país medidas espantosas. Y otro fin de semana con un presidente que sobreactuando quiere hacernos creer a los argentinos que ésta es la forma de gobernar. Hubo un argentino que dijo que se vuelve de cualquier lugar menos del ridículo. Y yo siento muchas veces que el Parlamento y la clase política argentina hacen el ridículo y se prestan a planteos que, más allá de muchos puntos de contacto con la realidad, no expresan en general la profunda problemática que tiene la sociedad argentina. No voy a hacer una defensa corporativa porque siempre he detestado ese tipo de defensa de la clase política. Pero tampoco voy a admitir la banalización de la generalización, en el sentido de creer que todo es igual. Lo que hay dentro de este Parlamento tiene directa vinculación con lo que hay afuera; habrá diputados que trabajan y otros que no. Afuera pasa lo mismo: hay médicos que trabajan y otros que no lo hacen, lo mismo abogados, contadores, taxistas que trabajan las veinticuatro horas y otros que roban.
Quiero decir estas cosas porque colocar en un solo sector de la vida nacional lo que nos pasa no alcanza a desentrañar la verdadera situación. Voy a contar una anécdota que tiene que ver con la tragedia que vivimos hace veinticinco años.
El gobernador de mi provincia en aquel entonces era Jorge Cepernik. La provincia fue intervenida por un decreto de Isabel Perón y López Rega. El 24 de marzo de 1976 fue incluido en el Acta de Reparación Institucional y a los pocos días fue detenido aquí, en la Capital Federal, en un procedimiento muy común en aquella época. Estaba en un cine con otro compañero, prendieron las luces de la sala, ingresaron y los apresaron.
Se presentó entonces un recurso de hábeas corpus por el que se solicitaba su libertad por manifiesta ilegalidad de la detención en virtud de las actas de Reparación Institucional. El estaba incurso, junto con otros ex gobernadores peronistas, en las citadas actas. El juez que tomó conocimiento de la causa corrió vista al fiscal y éste contestó acerca de la legalidad de la medida y sostuvo que era constitucional la detención de ese gobernador porque las actas eran constitucionales.
Ese fiscal que en 1976 legalizaba la detención de Jorge Cepernik en virtud de las actas del Proceso de Reorganización Nacional era el doctor Julio César Strassera, el mismo que años más tarde juzgó a las juntas militares.

He contado esta anécdota para que se entienda que la historia no es tan lineal, que es muy compleja y que parte de las cosas que se dicen no nos pasan únicamente porque la clase política está algo aislada. Esta clase política tiene que ver con lo que hay afuera, en la sociedad. Sé que decir esto no es muy electoral porque es mejor cargar las tintas. Pero lo cierto es que esto es lo que está sucediendo en la sociedad argentina.
Luego de esta breve consideración estoy segura de que, si se hubiera hecho una encuesta hace veinticinco años, el 70 ú 80 por ciento habría estado de acuerdo con el golpe militar. Estoy absolutamente segura de esto y lo señalo para relativizar los presuntos apoyos que puede tener tal o cual medida.
Ingresando decididamente a la cuestión que nos ocupa, que es la delegación de facultades, quiero hablar de una delegación previa porque, antes de tratar esta delegación de facultades en el Parlamento, existió una delegación de gobierno. Dicha delegación de gobierno se produjo porque hace exactamente una semana, a la madrugada, el presidente de los argentinos, Fernando de la Rúa, nos comunicó a todos que quien iba a manejar la política económica del gobierno iba a ser el doctor Cavallo, quien había obtenido el 10 por ciento de los votos en la última elección. Quiero ser absolutamente sincera. No voy a cargar las tintas sobre el doctor Cavallo, porque no creo en algunas teorías conspirativas que se vertieron aquí con muy buenas intenciones, aunque creo que en forma equivocada. Aquí no hubo un golpe de Estado. En todo caso, si lo hubo, la junta de comandantes la integran el doctor de la Rúa y el licenciado Carlos Alvarez, que fue quien impulsó el ingreso de Domingo Felipe Cavallo al gobierno. Esto se vincula con la responsabilidad y con el sistema de toma de decisiones en la República Argentina. Históricamente, durante las presidencias del doctor Alfonsín y del doctor Menem siempre hubo una estrecha vinculación entre el sistema de toma de decisiones en el poder institucional y el voto popular. Ahora se ha producido una ruptura en dicha vinculación, lo cual torna muy vulnerable al sistema, pero quiero detenerme en una cuestión anterior porque, recordando la tragedia de 1976, encuentro que siempre hubo teorías conspirativas, las que muchas veces se desarrollaron mediante personajes particulares. Ahora hemos escuchado que un ex ministro del Interior habla de entornos. Hace veinte años yo escuchaba la teoría del "cerco". Me parece que explicar la historia a través de oscuros personajes es tal vez un atajo para no hablar de los propios errores y las responsabilidades de cada uno de los partidos y dirigentes que integran la coalición de gobierno en la actualidad. Yo escuchaba hace unos instantes hablar sobre este gobierno a quien está presidiendo la
Cámara en este momento; o sea, al señor diputado Juan Pablo Cafiero, quien junto con otros compañeros se fue del peronismo por el indulto a la Junta de Comandantes, crítica que compartí y con la que sigo coincidiendo. Junto con otros compañeros también se fue por el modelo económico para terminar luego asociado con los autores del Punto Final, la Obediencia Debida y Cavallo como ministro de Economía. Me parece, señor presidente, que es demasiado realismo. Me rectifico: tal vez no haya realismo, porque en algún momento estuvieron mintiendo. Lo hicieron durante los diez años anteriores o están mintiendo ahora, pero no se pudo haber dicho la verdad sobre una misma cuestión luego de tanto cambio de opinión. Esto significa que debería hacerse una autocrítica. No me refiero a un harakiri por parte de todos aquellos que tienen compromisos con el cambio, pero siempre me pareció una obviedad quejarse de que los conservadores no nos dejan hacer el cambio. En definitiva, quienes son responsables de encabezar un proceso de cambio en el país son quienes están comprometidos con la transformación nacional y social de una Nación. Quienes militamos desde hace mucho tiempo hemos hecho un duro aprendizaje. Yo escuché llamados a la resistencia. Los peronistas no le tenemos miedo. Por el contrario, hemos concretado varias en 1955 y en 1973, cuando lo trajimos a Perón. No nos negamos a la resistencia por miedo, sino por aprendizaje, porque creo que es hora de que comencemos a repensar el país en términos reales, que no significa el pragmatismo de decir que nada se puede hacer. Pero debemos saber que tenemos que vincular la responsabilidad institucional con la social.
Con esto quiero decir que hay un déficit del sector comprometido con el cambio y la transformación social, en cuanto a dar una discusión en serio. Por eso se dice por allí que no tenemos economistas o que no contamos con proyectos. Creo que es hora de cumplir con lo que estoy diciendo.
Además, debemos saber que este modelo no empezó en la década pasada -como algunos le quieren hacer creer a la ciudadanía- con buen rédito electoral. Este modelo de organización social, institucional, política y económica comenzó hace exactamente veinticinco años, cuando se desmontaba el Estado de bienestar, cuando empezaron a concentrarse los grupos económicos a partir del golpe y cuando el 48 por ciento del PBI del que participaban los trabajadores argentinos terminó en el 22 por ciento. Para eso se hizo el golpe, y también para terminar con la política, pero no con este remedo de política en la que hay actuaciones singulares e individuales con mayor o menor histrionismo, que en definitiva no sirve para cambiar nada. Lo que quisieron destruir ese 24 de marzo -lo lograron- fue el proyecto colectivo de país.
Entonces, no se trata de analizar las cosas para autoflagelarse o para quejarse por lo que no se hizo sino para ver los errores que se han cometido, porque además de resistir debemos aprender. De eso se trata. (Aplausos.)

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